viernes, 10 de octubre de 2008

In crescendo



El FIZ de este año se ha caracterizado por la ausencia de grandes nombres, en comparación con ediciones pasadas -Prodigy, Travis-. Ello tampoco garantizaba el éxito rotundo del festival, aunque sí una mayor afluencia de público. Copiloto y Tachenko
-¿no hay más grupos?- comenzaron un evento, en principio, descafeinado.



Entonces llegó lo mejor de la velada. Micah P. Hinson apareció a las 11 y cuarto de la noche para hacer un gran recital. Dentro de las limitaciones que una formación así puede tener. El de Texas exprimió cada una de sus cuerdas, tanto de sus guitarras, como las vocales. Micah P. Hinson and the Red Orchestra, su tercer y último largo, no descubre nada nuevo. Tampoco hacía falta. Close your Eyes y The Leading Guy fueron el broche genial a una actuación que fue de menos a más. Eso satisfació a los que realmente habían ido a verle a él, no a aquellos que se dedicaron a entorpecer la labor del cantautor con continuos berridos. La gente de Zaragoza tiene entre sus principales características un tono de voz… elevado.

La Casa Azul le siguió con un espectáculo que solo entienden unos pocos. Un servidor, en este caso, está de parte de la mayoría. Los Pinker Tones, por su parte, ofrecieron un concierto divertido y, por momentos, ecléctico. El backbeat de los catalanes, unido a su capacidad escénica, propició que la gente se quedara con su nombre, para bien.




Quedaba lo más movido de la noche: el mago de los platos. Jeff Mills es un maestro de la electrónica y lo volvió a demostrar. Varía en una hora y media más de 70 vinilos con una destreza abrumadora. Un ataque de adrenalina -especialmente cuando sonó Bells- para todos aquellos que asistieron y el placer de ver a unos de los precursores del techno.


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